Imbécil sueño, que en el alma vives Guardándole calor; Estás acurrucado como un pobre Mendigo en un portón. Si por lo menos me dejaras libre Podría, el corazón, Lanzar gritos, diciendo que está solo Y muere de dolor. Pero no; te acurrucas en mi pecho Y me velas la voz, Y me atas a la vida miserable Con tu poco calor. En vano te desplazo a cada rato: Con tu necio tesón, Cuantas veces te arrojo cuantas vuelves Porfiando : — ¡ no me voy !
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