Ya
casi el cielo te apretaba, ciego,
y
sumergida una ciudad tenías
en
tu cuerpo de grises heliotropos
neblivelado
en su copón de llanto.
Unas
lejanas cúpulas tiznaba
tu
gran naufragio sobre el horizonte
que
la muerta ciudad bajo las ondas
se
alzaba a ver el desabrido cielo:
Caía
a plomo una llovizna tierna
sobre
las pardas cruces desafiantes
en
el pluvioso mar desperfiladas.
Y
las aves, los árboles, los hombres
dormir
querían tu afelpado sueño
liláceo
y triste de llanura fría.
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