LA HORA
TRÁGICA
(fragmento)
Después de
haber bebido mi taza de café
se me tornan
los nervios hilos electrizados.
Paso
rápidamente de la duda a la fe
y siento
mis tejidos como sutilizados.
Es la hora
en que pasa por mi cuerpo la vida
golpeándose
las alas en un hilo de muerte,
en que me
siento débil, en que me siento fuerte.
Y sé que
Todo y Nada son las fuentes de Vida.
Es una
elevación de mi propia materia,
me acerco a
lo infinito, penetro en el misterio,
y bajo la
presión de finísima histeria
siento que
soy el médium de algún gran cementerio.
Cementerio
de razas, de las razas que han sido,
de aquellas
que pasaron camino de la nada
no obstante
su corona por el oro dorada
y a pesar de
su emblema en bellezas ungido.
Y pasa por
mis venas el soplo de la Grecia,
la Grecia
de Pericles y diadema aspasiana,
en que
Fidias da forma, sobre la mole recia,
al gran
siglo de oro de la Grecia pagana.
Después
ruge en mi sangre un aullido de fiera:
Roma!
Roma! me muestra sus columnas truncadas
y
me queman el pecho todas las llamaradas
que
hicieron el invierno sobre su primavera.
Y
el mar, el gran gigante, me grita: Alejandría!
La
voz tiene un intenso llamado de pirata
y
se escucha el sonido del oro y de la plata
arrastrando
a las naves con su garra sombría.
La Inquietud del Rosal 1916
Alfonsina Storni
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