jueves, 4 de julio de 2019

El Templo Inmenso


El Templo Inmenso


Subir a lo más alto, hasta la cumbre
de la montaña, grito de la tierra,
y en la gloria de la luz de un plenilunio
desatar la garganta en un concierto
hecho de notas bellas.


Cantar, cantar, arriba,
sobre todo cantar para la luz y la montaña
poner en su armonía la armonía
que se siente fluir de la garganta.


Dejar la inspiración que tome vuelo
sin compás, como el verso que no sabe
rimas sin disonancias.


Libertad en el canto. Libertad.
Mas libertad aun, toda la que haya.
¡Yo quiero así cantar!


¡Denme la bóveda del templo inmenso,
la bóveda que finge terciopelo
azulado en la noche
y su bordado de oro como flores
gestadas en el sol!.


¡Para hincar mi rodilla, la montaña
para adorar la bóveda florida
por los mundos que ruedan en el todo!
¡Yo quiero cantar!


Y será mi oración, como el sollozo
de todos mis dolores, como el grito
de todos mis martirios, llegarán
al violonchelo puesto en mi garganta.


¡mis rebeldías rojas, como sangre
y será mi oración toda de gracias,
por la bendita gloria de vivir
que vive en mis arterias!.


¡Y será toda dulce, como el beso
de mi boca a la boca misteriosa
e inmensa de la nada!...


Y rodando en la noche ira mi canto
sin orden, como yo, hasta las cosas
que nadie explicará...


Quizá sepa un poeta de esas voces
que pugnan por hallar en la garganta
¡la nota wagneriana!


La Inquietud del Rosal 1916
Alfonsina Storni




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