Por
veces te propuse viajes absurdos. —Vámonos, te dije, a donde
estemos solos, el clima sea suave y buenos los hombres. Te veré al
despertarme y desayunaremos juntos. Luego nos iremos descalzos a
buscar piedras curiosas y flores sin perfume. Durante la siesta,
tendida en mi hamaca bajo las ramas —huesos negros y ásperos de
los árboles adulzurados por la piedad blanda de las hojas— me
dormiré para soñarte. Cuando despierte, más cerca aún que en el
sueño, te hallaré a mi lado. Y de noche me dejarás en la puerta de
mi alcoba.
lunes, 8 de abril de 2019
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